El Bestiario Paraguayo: EL GUAIGUINGUE
Gran parte de nuestro bestiario se arraiga en las creencias guaraníes. El urutau o guaiguingue (Nytibeus griseus) es uno de ellos. Cuenta la leyenda que en un tiempo atrás existía una joven, la más bella de todas, hija de un gran cacique que despreciaba a todos los jóvenes que le presentaban para desposarse. Desesperado, el gran cacique ruega al ñanderu guasu, al creador, que pueda encontrar un candidato. Un día, apareció un joven extraño, de pelos rubios dorados y ojos del color del cielo al cual la joven aceptó como esposo y vivieron juntos. Sin embargo, este joven desaparecía todas las mañanas y retornaba luego a la noche. Extrañadísima, un día le ruega que le cuente por qué hacía eso. El accede con la condición de que guarde el secreto como lo más sagrado que podía tener y bajo la amenaza de perderlo para siempre en caso de revelarlo. Sucede que el joven era el mismísimo Kuarahy (el sol) y debía cumplir su función de iluminar todos los días. Al día siguiente, muy contenta ella, por ser la esposa del mismísimo sol, cambió tanto de actitud que su madre comienza a indagar al respecto. Ella le cuenta a su madre, pero al percatarse de que rompió su promesa, entra en desesperación y espera la llegada de su esposo al atardecer, pero este nunca regresó. Desconsolada, se internó en el monte donde tuvo un niño, también rubio como su padre al cual llamaron jasy jatere. Dicen que todas las noches, en lo más alto de los árboles, llora suplicando el perdón divino.
Los animales nocturnos siempre son asociados a leyendas siniestras. Especialmente aquéllos que presentan un comportamiento llamativo, como en este caso el canto del guaiguingue que es una serie descendente de silbidos en cinco a ocho notas, similar a una queja o llanto. Sin embargo, este canto solamente es un comportamiento territorial, donde las aves advierten a los demás a no invadir su área. También es su modo de buscar pareja, es decir a los fines de aparearse. Son animales nocturnos e insectívoros. Se alimentan en vuelo, abriendo su gran boca que está rodeada de plumas modificadas parecidas a pelos que forman un embudo que lleva a la boca. Así va colectando a los insectos en vuelo. De día posan muy quietos, confundiéndose con troncos por su plumaje. Parecen dormidos, pero tienen dos comisuras en sus párpados por donde pueden ver su entorno con aparentes ojos cerrados.